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El este de Jordania es una zona que a menudo queda fuera de los grandes circuitos del país, pues prefieren centrarse en lugares más famosos de las Tierras Altas o el Mar Muerto. Pero no es el caso de nuestra agencia: en Jordania Exclusiva integramos sus principales atractivos en diferentes paquetes de viaje, tanto preestablecidos como a medida, con los ‘castillos del desierto’ como principales protagonistas. Por eso, en esta página te contamos qué ver en el este de Jordania, cómo llegar hasta aquí y otras informaciones de interés.
El este de Jordania está dominado por un inmenso desierto que no parece tener fin y que se adentra en Arabia Saudí, llegando también hasta Irak. Pero desde un punto de vista turístico, el desierto del este de Jordania aparece en los mapas gracias a los llamados ‘castillos del desierto’.
Los más importantes se encuentran en una estratégica encrucijada de caminos: donde se encontraban las rutas caravaneras entre Siria, Arabia, Jerusalén e Irak. La población más importante de la región es Al Azraq, que apenas tiene unos 15.000 habitantes. Eso, unido a la enorme extensión de la zona (con más de 30.000 km2), provoca que la sensación de soledad y quietud sea abrumadora.
A ello contribuye también el paisaje inhóspito y casi lunar que reina en la región. Se trata de una inmensa llanura sin prácticamente elevaciones y con oasis que aparecen a cuentagotas, con un terreno rocoso donde predomina la roca negra volcánica, principalmente basáltica.
Durante el Neolítico, esta región era bien diferente a cómo se nos muestra en la actualidad: sus humedales eran mucho más grandes y su terreno, mucho más fértil, lo que facilitó el asentamiento de poblaciones sedentarias y el trabajo de la agricultura.
Griegos y romanos conocieron la zona, y estos últimos llegaron a ocuparla, pasando el testigo a sus continuadores cristianos: los bizantinos entre el siglo V y VIII. Pero las principales aportaciones constructivas en este territorio se deben a la nueva civilización árabe que conquistó la región a mediados del siglo VIII. Y en particular, a la dinastía omeya, que gobernó su enorme califato desde Damasco, dejando aquí claras señales de su cultura refinada.
Para los sucesores abasíes, que gobernaron su rico califato desde Bagdad, la zona también cumplía una función estratégica, pues se encontraba en plena ruta hacia Jerusalén. Ayubíes, mamelucos y otomanos también contribuyeron a consolidar o ampliar algunas de las construcciones que aún hoy se pueden visitar.
Ya en tiempos más recientes, el desierto del este de Jordania también ha estado muy relacionado con la Rebelión Árabe y con el personaje que la dio a conocer en Occidente: T.E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Este arqueólogo, escritor, militar y amante de la cultura árabe, miembro de las tropas del emir Faysal, residió durante un invierno aquí, usando algunas de sus estructuras históricas, hoy visitables.
Sin embargo, desde el siglo XX el desierto este de Jordania ha desarrollado una larga tradición de acogida de inmigrantes y refugiados que huyen de los conflictos en sus países: drusos, chechenos, palestinos, iraquíes y en tiempos más recientes, sirios, que han formado un gran campamento de refugiados en las inmediaciones de Al Azraq.
Recorriendo kilómetros y kilómetros por carreteras sin poblaciones, el viajero podría pensar que no hay nada que ver en el este de Jordania. Sin embargo, el desierto guarda algunas sorpresas para quienes tienen la valentía y la osadía de llegar hasta aquí. Esas sorpresas son los conocidos como ‘castillos del desierto’ que, en realidad, no son solo fortalezas históricas, sino también caravasares y pabellones de caza. Estos son los más destacados que, de hecho, forman parte de algunos de nuestros circuitos.
No se tienen muchos datos sobre la historia de este ‘castillo del desierto’, aunque se sabe que era conocido por griegos y romanos. El califa omeya Walid II lo usó como pabellón de caza y fuerte militar en el siglo VIII, pero su aspecto actual se debe en buena medida a la ampliación de los ayubíes en la primera mitad del siglo XIII, usado como lugar defensivo ante eventuales incursiones de los cruzados. También lo usó T.E. Lawrence durante un tiempo, y conocemos los detalles de esa etapa gracias a su libro Los siete pilares de la sabiduría, que relata la crudeza del invierno.
Los espacios más representativos que se pueden conocer durante la visita son:
Este castillo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está hoy en medio de la nada, por lo que poco tiene que ver con su estado original: se levantó junto a un wadi que siglos atrás era muy fértil y lleno de arbolado, cumpliendo también la función de caravasar o posada. Su construcción se debió al califa omeya Walid I a comienzos del siglo VIII, uno de los grandes promotores de monumentos durante los primeros tiempos del Islam.
Sin embargo, su sucesor Walid II, mucho más puritano, dejó que cayera en desgracia por el excesivo atrevimiento de su decoración. En el siglo XX fue restaurado por arqueólogos europeos, entre ellos españoles.
Lo más atractivo de Qusayr Amra es, sin duda, su decoración en forma de frescos, toda una rareza para la civilización musulmana, que no tardó en censurar temáticas como las aquí representadas: hay escenas de caza y de baño con personas desnudas, precisamente en las salas que formaban parte de su hammam. Además, es realmente original el Fresco de los Seis Reyes, con mención a algunos de los grandes monarcas de la época o de centurias precedentes: entre ellos, el último rey visigodo, Rodrigo, que sucumbió en la Península Ibérica ante los conquistadores árabes.
Los principales espacios a visitar son:
De todos los castillos del desierto, este es el que tiene un aspecto más parecido a una fortaleza propiamente dicha, aunque no está clara su función original. Algunas hipótesis proponen su uso como caravasar, mientras que otras lo consideran un pabellón de reuniones entre las élites árabes y la población nómada beduina. Lo que parece claro es que no responde a una estructura tradicional defensiva, aunque sus torres semicirculares así lo sugieran. Se han identificado más de medio centenar de estancias, quizás para alojar a las delegaciones convocadas, y se cree que se pudo construir en torno al año 714.
A diferencia del desierto del sur, donde se encuentra Wadi Rum, en el desierto del este de Jordania no hay una gran variedad de experiencias de aventura a disposición del visitante. En cambio, las principales propuestas para hacer en la zona tienen que ver con sus reservas naturales, que muestra características distintas entre sí y, por tanto, actividades diferenciadoras, a menudo organizadas o supervisadas por la Real Sociedad para la Conservación de la Naturaleza. Estas son las más destacadas:
Para viajar y moverte por el este de Jordania solo tienes una opción: el transporte privado. Dado que la región no es solo un gran desierto natural sino también demográfico, no hay una red de transporte público eficiente ni grandes infraestructuras que sirvan de puerta de entrada a los viajeros.
Sin aeropuerto, tren ni autobuses regulares, solo queda la opción de viajar por carretera. Lo más habitual es hacerlo desde Ammán, pues la capital es también la ciudad más cercana. Sin embargo, también se pueden tomar otras dos carreteras para llegar hasta aquí directamente desde otros puntos del país: la Carretera Al Badiyah desde el sur o la Carretera del Desierto desde las Tierras Altas.
Estas son las distancias y los tiempos que separan Al Azraq del resto de lugares de interés del país:
Agencia de viajes y DMC especialistas en viajes a Jordania privados y a medida
Mandala Tours, S.L, NIF: B51037471
Licencia: C.I.AN-187782-3
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