Petra es, sin duda, el gran reclamo turístico de Jordania. Y no por casualidad. También llamada la ‘Ciudad Rosa’, su extraordinaria originalidad la convierte en un lugar único en el mundo, que ha fascinado a viajeros de todos los periodos. Puede presumir de tener dos distinciones de máximo nivel, que actúan como inmejorable carta de presentación: es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y fue elegida una de las Siete Maravillas del Mundo moderno.
Por ello, para Jordania Exclusiva ocupa un lugar central: todos nuestros circuitos a Jordania dedican una o varias jornadas a su descubrimiento, de la mano de los mejores profesionales. Y en esta página te contamos todo lo que debes saber antes de llegar a Petra: qué ver, cuál es su clima, cómo desplazarse hasta aquí, qué actividades hacer, etc.
Petra se ubica en el centro-sur de Jordania y forma parte de la gobernación de Ma’an. Se encuentra a unos 150 km del Mar Muerto y a unos 230 km de la capital, Ammán. Algo más cerca quedan otros puntos de interés situados al sur: está a unos 90 km de la reserva natural de Wadi Rum y a unos 130 km de la ciudad de Aqaba, en el Mar Rojo.
La antigua ciudad de Petra, tal y como ha llegado hasta nuestros días, es un espacio monumental e histórico protegido, pero ya no vive nadie en ella. En cambio, la población más cercana es Wadi Musa, una pequeña localidad que actualmente vive ‘por y para’ Petra (qué ver en Wadi Musa): aquí se concentran los restaurantes, hoteles, tiendas y otros locales que dan servicio a los visitantes de la ‘Ciudad Rosa’. Por tanto, tu visita a Petra pasará, inevitablemente, por Wadi Musa.
Petra se encuentra en un área extremadamente árida, de modo que su clima es el propio del desierto. Las noches son frescas en verano y realmente frías en invierno, a lo que hay que sumar el ‘microclima’ que se da en las partes del cañón rocoso nunca expuestas al sol, que contribuye a mantener las temperaturas relativamente bajas. En cambio, los días son extremadamente cálidos en los meses de julio y agosto, especialmente en áreas de gran insolación. Los mejores meses para visitar este destino turístico son marzo, abril y mayo, donde algunos wadis llegan incluso a florecer, así como en los meses otoñales de octubre y noviembre.
En cualquier caso, Petra recibe visitantes durante todo el año, incluidos los meses de invierno y verano, a pesar de que el frío y la lluvia (invierno) y el calor extremo (verano) pueden dificultar el viaje. Si esa es la época prevista para tu viaje, necesitarás adaptar tu ropa y cuidados a esos condicionantes meteorológicos para que no te impidan disfrutar de tu visita.
Petra está indisolublemente ligada a los nabateos y a los romanos, pero antes de ellos esta zona ya estuvo habitada. Concretamente, en época neolítica: el asentamiento de Beidha, a unos 10 km al norte, está datado en torno al 7000 a.C y representa una de las primeras comunidades neolíticas de Oriente Próximo (que, a su vez, es la ‘cuna’ de estas poblaciones que revolucionaron la vida del hombre y su relación con el entorno).
Pero fueron las tribus nabateas las que verdaderamente hicieron posible que Petra se convirtiera en la espectacular ciudad que hoy todo viajero tiene que ver. En Petra se asentaron en torno al siglo VI a.C, donde constituyeron una especie de ‘ciudad-almacén’ que llamaron Raqmu, muy bien posicionada geográficamente: por aquí pasaban las rutas que conectaban Siria, Egipto y Arabia.
Los nabateos eran principalmente comerciantes expertos y muy bien organizados, que supieron emplear sus ganancias para embellecer esta ciudad. Pero también contaban con buenos escribanos (la lengua nabatea se considera precursora del árabe) e ingenieros hidráulicos que construyeron presas y canales para proveer de agua a Petra. Un agua que, por cierto, procedía de Ain Musa, una fuente que según creencia judía y cristiana surgió en el siglo XIII a.C a raíz de un golpe de vara milagroso del profeta Moisés, que actualmente se encuentra en la vecina Wadi Musa.
La ciudad llegó a tener unos 30.000 habitantes y algunos de sus reyes han pasado a la historia por su gran liderazgo, como Aretas III y Aretas IV en los siglos I a.C y I d.C. En ese momento, Nabatea alcanzó su máxima extensión territorial, incluida la conquista de Damasco y otras áreas de las actuales Jordania y Arabia Saudí. A nivel arquitectónico, los nabateos asumieron un estilo propio, inspirado fuertemente en formas helenísticas, fenicias y mesopotámicas.
Sin embargo, en torno al 105 d.C el Imperio Romano, una potencia en auge en la zona, acabó anexionándose Nabatea, en un momento de debilidad tras ver cómo Palmira (actual Siria) le arrebataba su rol estratégico en las rutas comerciales de la zona. No obstante, los romanos promovieron una reestructuración de Petra, erigiendo nuevas construcciones y convirtiéndola en capital de la provincia Palaestrina Tertia.
Las cosas comenzaron a torcerse seriamente desde el terremoto de 363, pues la ciudad quedó seriamente dañada. En el siglo V, no obstante, los bizantinos, ‘herederos’ de Roma, siguieron construyendo algunas estructuras, como la iglesia, o reutilizando otras, como el monasterio Al Deir.
El declive definitivo llegó con un nuevo terremoto en el siglo VI: la devastación provocada ya no fue revertida y Petra quedó como una ciudad perdida solo usada por los beduinos, quienes guardaron celosamente su secreto durante siglos.
Un secreto que fue descubierto en 1812 por el suizo Jean Louis Burckhardt, en un periodo de auténtica fiebre exploradora en Oriente Próximo: vestido como un beduino llegó hasta este lugar y lo dio a conocer a sus contemporáneos y continuadores: cazadores de fortunas primero y arqueólogos, después.
De hecho, el siglo XX fue un periodo de grandes descubrimientos arqueológicos, que todavía hoy continúan (no hay más que ver el Petra Museum para darse cuenta de ello). Además, el lugar se abrió al turismo, aupado por la ‘impagable’ promoción que supuso la película de Indiana Jones y la Última Cruzada, que inmortalizó para siempre el Tesoro como templo del Grial.
En 1985 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y eso obligó a que algunas personas (las últimas) que vivían o moraban aquí tuvieran que desplazarse a la cercana localidad de Umm Seyhoun, construida en buena medida para alojar a esos semi-nómadas beduinos.
Para saber qué ver en Petra y cómo organizar la visita, es útil saber cómo está distribuido este sitio turístico. A grandes rasgos, se puede hablar de los siguientes núcleos o espacios:
Repartidos por los núcleos antes mencionados, se puede elaborar una amplísima lista de monumentos y lugares que ver en Petra. Se contabilizan cerca de 800 estructuras o construcciones distintas, de las cuales unas 500 serían solo tumbas. Algunas de esas estructuras son espectaculares por su buen estado de conservación, mientras que otras han llegado hasta nosotros solo en forma de ruinas o restos arqueológicos.
Pero conocerlos todos o en su mayoría te permitirá hacerte una idea de conjunto de lo que realmente fue aquella gran ciudad que sus pobladores llamaban Raqmu y los romanos, Petra.
A todos estos monumentos que ver en Petra sumamos un lugar más, fundamental para interpretar mejor este espectacular recinto histórico: el Museo de Petra (Petra Museum), de reciente construcción. Se encuentra en Wadi Musa, junto al centro de visitantes, así que puedes visitar esa página de nuestra web para obtener más información.
Si además de todo lo que hay que ver en Petra a nivel monumental quieres realizar alguna ruta natural por sus alrededores, tienes diferentes posibilidades. Esta es una propuesta pensada para aquellos viajeros con mayor fondo físico y experiencia en actividades de senderismo, puesto que las distancias pueden llegar a ser largas y los desniveles, exigentes, dado que el entorno de Petra está lleno de wadis y caminos accidentados.
Pero el esfuerzo merece la pena: los paisajes que se pueden contemplar, especialmente desde los distintos miradores naturales, son espectaculares. Estas son algunas propuestas:
Si después de todo lo que tienes que ver en Petra quieres realizar alguna actividad relacionada, encontrarás propuestas que muestran la ‘Ciudad Rosa’ y su entorno de otras formas distintas. Por ejemplo, existen paseos a caballo por las colinas de los alrededores, dirigidos principalmente a quienes dominan la equitación. También se han hecho muy populares los circuitos nocturnos, que muestran algunos de los principales monumentos iluminados. Además, permite disfrutar del manto de estrellas y de la Luna radiante que suelen caracterizar al cielo de Petra por la noche.
Ya en Wadi Musa existen otras propuestas alternativas que no tienen que ver con Petra directamente, quizás para complementar la experiencia o para descansar de la visita, como por ejemplo disfrutar de un baño turco, pues existen varios establecimientos de este tipo. Es en Wadi Musa donde se encuentran la mayoría de tiendas de recuerdos, hoteles y restaurantes, en algunos de los cuales se pueden llevar a cabo masterclasses de cocina local.
Además, en determinadas fechas del año se celebran eventos de distinto tipo. Destacan las actuaciones del Jordan Heritage Revival Company, que recrean de manera teatralizada la antigua vida nabatea y romana en la ciudad. Y para los amantes del running, el Maratón del Desierto de Petra será una magnífica oportunidad de descubrir este lugar y su entorno de una manera distinta: practicando su deporte favorito.
Y por supuesto, siempre te quedará la opción de visitar la Pequeña Petra, como te explicamos en esta otra página.
Como decíamos más arriba, para visitar Petra debes desplazarte hasta Wadi Musa, que es la localidad que da acceso a este sitio turístico. Por aquí pasa la Carretera del Rey, uno de los grandes ejes norte-sur del país. Por ello, la opción del vehículo privado es una de las más sencillas y usadas para llegar a Petra. Estas son algunas distancias, con sus respectivas duraciones, para que te hagas una idea del viaje:
Si prefieres el transporte público, la empresa de autobuses JETT tiene a Petra como una de las paradas más destacadas de su red: hasta aquí llegan autobuses procedentes de distintos lugares, principalmente desde Ammán (7º Círculo y Abdali), pero también desde Wadi Rum y desde Aqaba. Desde estos dos últimos lugares también salen microbuses a diario, aunque resultan menos cómodos porque los horarios son orientativos y parten solo cuando están llenos.
En Petra, por razones obvias relacionadas con su orografía, se hace imposible utilizar vehículos a motor. Por ello, para moverte por aquí tendrás que caminar mucho, por lo que se recomienda llevar calzado de suela robusta y ropa cómoda (transpirable o térmica, según la época del año).
También existe la alternativa de los animales: desde el centro de visitantes hasta el Tesoro y el resto de espacios de interés, podrás ir a lomos de caballos, burros, mulas o camellos, cuyas riendas suelen estar en manos de beduinos locales, expertos en esta labor. Estos ‘medios de transporte’ también se concentran en la llamada ‘puerta trasera’, un espacio situado junto al Qasr al Bint, con algunos locales de restauración, desde donde parten las rutas al Monasterio y por donde acceden los trabajadores beduinos que viven en Uum Sayhoun.
Aunque en esta página te explicamos qué ver en Petra, seguro que te vendrá bien conocer otros recursos informativos para tu visita. Te sugerimos darte una vuelta antes por el Centro de Visitantes donde, además, está la taquilla para sacar las entradas al recinto. La dirección exacta es Tourism St. En este centro puedes conseguir mapas y otros folletos que te serán de gran utilidad.
En el interior del recinto de Petra encontrarás algunas teterías y restaurantes, así como alguna tienda de recuerdos, aunque no con la variedad de Wadi Musa. En ellos o en otros puntos encontrarás también lavabos públicos, que se recomienda encarecidamente usar para no deteriorar el entorno.
Y si tienes algún contratiempo mayor, debes saber que hay una comisaría de policía turística en el complejo del Centro de Visitantes, un Hospital unos kilómetros al sur de Petra (Carretera del Rey, dirección Al Tayyibeh) y farmacia en el casco urbano de Wadi Musa.
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