La Ciudadela de Ammán, otro de los lugares del Jordan Pass

La Ciudadela de Ammán es uno de los lugares de mayor interés de la capital. Y como tal, está incluido en los lugares de acceso gratuito con el Jordan Pass, ese gran ‘pasaporte’ cultural del que te venimos hablando en posts anteriores. Ahora le toca el turno a este espacio lleno de historia, al que ya nos hemos referido de pasada en algún artículo, pero que ahora analizamos a fondo.

Qué es y dónde está la Ciudadela de Ammán

La Ciudadela de Ammán es el auténtico núcleo fundacional de la ciudad. Y eso es mucho decir, pues la capital jordana tiene el honor de ser una de las más antiguas ciudades habitadas ininterrumpidamente. Concretamente, se sabe que esta colina, llamada hoy Jebel al-Qala’a (es decir, monte de la fortaleza) fue ocupada por primera vez en la Edad del Bronce, en algún momento antes del 2000 a.C. 

Algunos siglos después, este asentamiento fue amurallado y mantuvo relaciones comerciales con otras ciudades del Mediterráneo oriental. Los israelitas la llamaron Rabath Ammon, conquistada por el rey David en el siglo X a.C. Ocupaciones de siglos posteriores llevaron a la ampliación de la ciudad hacia las colinas colindantes, como hicieron los romanos, que la llamaron Filadelfia. En el siglo VII, tras la conquista árabe de esta ciudad para entonces bizantina, esta colina Jebel al-Qala’a volvió a ser fundamental, especialmente con la dinastía ayubí en el siglo XIII, reforzando su carácter defensivo-militar.

Qué monumentos conserva la Ciudadela de Ammán

Por la agitada y dilatada historia que comentábamos más arriba, los principales monumentos y vestigios visitables de la Ciudadela de Ammán se remontan a dos grandes periodos: el romano y el árabe. De este último, destaca el Palacio Omeya, del que hablamos en profundidad en este otro post.

Pero dicho palacio no es el único vestigio importante de época omeya: también cabe citar la cisterna, que proveía de agua a todo el conjunto, especialmente a termas y letrinas ubicadas en el entorno. Actualmente está vacía de agua, lógicamente, y eso permite admirar la pericia de los maestros omeyas en este tipo de obras de ingeniería. La mezquita omeya también es reconocible, pero sólo quedan los restos de su sala de oración y la evocadora portada de entrada. 

Por lo que respecta al mencionado periodo ayubí, lo más destacado que queda es la torre de vigilancia, en el extremo sur del recinto. Las vistas panorámicas que hay desde ahí permiten comprender su importancia estratégica.

Y si nos retrotraemos al periodo romano, encontramos algunos de los vestigios más fotografiados y simbólicos del lugar. En especial, el imponente Templo de Hércules, que se construyó en tiempos del emperador Marco Aurelio (siglo II d.C). Algunas de sus columnas siguen en pie, desafiando el paso del tiempo. Pero lo más sorprendente son tres gigantescos dedos de la mano de la estatua de la divinidad, lo que da cuenta de la magnitud del templo que se proyectó y de la precisión de los escultores para un trabajo tan titánico como este.

Por otro lado, los restos de una basílica bizantina nos dan cuenta de la pervivencia de esta colina como núcleo fundamental en la ciudad que heredó aquella civilización, ya cristiana. También se han reconocido los restos de villas y casas de aquella época, lo que conforma un auténtico museo arqueológico a cielo abierto.

Pero precisamente, en la Ciudadela de Ammán se ubica el Museo Arqueológico, que es el mejor lugar para conocer el lugar de una manera ordenada y contextualizada. Aquí se exponen piezas arqueológicas extraídas directamente de este recinto defensivo y urbano, y de ello hablamos en este otro post sobre los museos de la ciudad.

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