El linaje de los hachemitas de Jordania se pone a menudo como ejemplo de monarquía estable y moderna. Pero para llegar hasta nuestros días, hay que remontarse muy atrás, a los orígenes de la dinastía, y también a los años clave de su conformación actual, en el periodo que va desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial. En este post hacemos un breve repaso a su evolución para que entiendas mejor de dónde viene el linaje de la actual familia real jordana.
Orígenes sagrados de los hachemitas
Los hachemitas de Jordania hunden sus raíces en los primeros tiempos del Islam: son descendientes directos de Mahoma, y más concretamente, del bisabuelo de este profeta: Banu Hashim, de donde proviene el nombre de hachemita.
Banu Hashim fue el líder de su clan (a menudo conocidos también como hachemitas o hachemíes antiguos), de la tribu Quraish (también conocidos como coraichitas). Esta tribu controlaba La Meca en el siglo VI y en su seno se dieron las primeras disputas por aceptar o no la nueva religión islámica. Y una vez aceptada, protagonizó las luchas por el control del incipiente ‘estado islámico’, en forma de califato.
En estas disputas, los dos principales clanes eran los omeyas y los hachemíes antiguos. En los primeros tiempos, se impusieron los primeros, pero fueron desbancados por los abasíes, que se declararon sucesores o parientes directos de los hachemíes. Si bien el linaje de los hachemíes no alcanzó el gobierno del califato, desde el siglo X, obtuvieron el importante cargo de jerifes de La Meca, encargándose a partir de entonces de la protección de las ciudades sagradas de La Meca y Medina.
Periodo de entreguerras: clave en su conformación actual
El cargo de jerifes de La Meca siguió ostentándolo la dinastía hachemita hasta principios del siglo XX, incluso bajo el dominio del imperio otomano, que controló la región desde el siglo XVI. Los sultanes otomanos no sólo reconocieron esta función a los hachemitas, sino que les dieron una amplia autonomía.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el tablero político de Oriente Próximo se hizo muy complejo, incluyendo la Rebelión Árabe y las pretensiones de reparto de poder territorial de los miembros de la dinastía hachemita. Eso dio lugar a efímeros reinos hachemitas del Hiyaz, de Siria y de Irak, así como el emirato de Transjordania, bajo protectorados de Gran Bretaña y Francia.
Por diferentes cuestiones, relacionadas con la inestabilidad social y los equilibrios geoestratégicos, todos esos reinos hachemitas fracasaron al cabo de los años. Y el único que sobrevivió fue paradójicamente el emirato de Transjordania, que en 1946 se convirtió en un reino independiente, siendo su primer rey Abdalá I.
Hachemitas en la Jordania moderna
Abdalá I es un monarca recordado con gran afecto por haber sido uno de los artífices de la independencia del país, y su primer soberano. Además, su prematura muerte en 1951, en un atentado terrorista en la mezquita Al-Aqsa, también contribuyó a perpetuar su recuerdo. Le sucedió su hijo Talal I, quien abdicó por motivos de salud en 1952.
Desde ese momento, Jordania ha tenido dos reyes hachemitas más: Hussein I (de 1952 a 1999) y Abdalá II (de 1999 hasta la actualidad). Por tanto, monarcas de reinado largo, lo que ha contribuido a dar estabilidad y continuidad a esta dinastía y a todo el país, presentándose como un linaje entroncado con el mismísimo Mahoma pero al mismo tiempo, políticos y diplomáticos modernos, capaces de forjar buenas relaciones con otros países y monarquías.
Además, es un intermediario de confianza en el complejo tablero político de Oriente Próximo: han promovido tratados de paz y conversaciones para el entendimiento con Israel y el resto de países árabes, como demuestra el encargo a Jordania de gestionar la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, lo que se puede interpretar como una ‘versión moderna’ del rol de los jerifes de La Meca que los hachemitas ostentaron durante siglos.