Dana es una de las mejores y más desconocidas sorpresas de Jordania. Y es que, desde Madaba hacia el sur de Jordania, la Carretera del Rey pasa por Karak y tiene un destino claro: Petra. Por eso, la inmensa mayoría de las rutas hacen este recorrido lo más rápido posible para llegar cuanto antes a dicho destino mágico. Pero si tienes la suerte de disponer de tiempo, ganas y energía, puedes desviarte del camino ligeramente para adentrarte en Wadi Araba, unos 50 km antes de llegar a Petra: así accederás a Dana y a la Reserva Natural que toma su nombre de ella. Aquí te contamos qué ver, qué hacer y por qué vale la pena llegar hasta aquí.
Dana: un pueblo otomano genuino
Dana es una pequeña localidad fundada en época otomana. Su ubicación tan particular, al borde de un acantilado y fuera de las rutas trilladas, lo ha mantenido intacto. Hace unas décadas, sus habitantes lo abandonaron casi por completo, en busca de mayores posibilidades económicas junto a la Carretera del Rey. Pero en los últimos años, gracias al auge del ecoturismo, muchos están regresando y explotando las posibilidades que ofrece este lugar tan especial.
Sin ir más lejos, las terrazas creadas antaño en el terreno para el cultivo de verduras y árboles frutales han vuelto a reverdecer, en muchos casos con el surgimiento espontáneo de plantas autóctonas. Las casas del pueblo mantienen su arquitectura tradicional, de gran humildad y austeridad, con roca del entorno, por lo que se integra muy bien en el paisaje.
Además, en algunos talleres del pueblo se ofrecen actividades para conocer la cultura local y ancestral, como el secado de fruta al sol o la joyería inspirada en la naturaleza de la reserva, en materiales como la plata, el bronce o el cobre, éste último presente de manera natural en las montañas pero no explotado industrialmente mediante minería intensiva.
Dana y Feynan: Reserva de la Biosfera
El amplio territorio alrededor del pueblo de Dana está protegido en forma de Reserva de la Biosfera, que engloba también el Wadi Feynan, un cañón de gran interés, por lo que es habitual referirse a ella por ambos nombres. Se trata de la reserva natural más grande del país, con unas 32.000 hectáreas de superficie.
Desde el punto de vista natural, lo más interesante es su sorprendente variedad. En palabras de la institución que lo gestiona, la Real Sociedad para la Conservación de la Naturaleza de Jordania, es la única en la que están presentes las cuatro zonas biogeográficas del país: saharo-árabe, mediterránea, irano-turánica y sudanesa.
Eso supone que la variedad de especies de flora y fauna es muy elevada, habiéndose catalogado hasta ahora más de 800 de las primeras y casi 350 de las segundas. Por ello, se trata de un lugar ideal para el turismo de naturaleza y observación, pues con suerte se podrán avistar ejemplares de especies comunes pero también en peligro de extinción: íbice de Nubia, lagarto de cola espinosa, cernícalo primillo…
Existen muchos senderos señalizados o preestablecidos para recorrer este entorno. Entre ellos están el de Wadi Dana, el de Wadi Dathneh, el de Nawatef o el de Wadi Ghweir, este último por el lecho de grava de un arroyo estacional que puede traer agua. La dificultad varía de unas a otras y siempre es recomendable (y a veces obligatorio) realizarlas con un monitor profesional.
Por último, otro de los atractivos de visitar Dana y su Reserva Natural es alojarse en sus ecolodge: alojamientos ecológicos que se han establecido en las mencionadas construcciones tradicionales de roca y materiales de la zona, lo que supone una experiencia de descanso y en contacto con la naturaleza, el limpio cielo y las gentes locales.